4.
In
xochitl in cuicatl, expresión de la Dualidad
Se ve más claro ahora cómo es que
la particular concepción de los Divino que tuvieron los pueblos nahuas,
herederos de la Toltecayotl, compromete (si ha parecido suficientemente
demostrada mi hipótesis) y determina una precisa forma de lenguaje poético, el
cual –forzosamente- ha de incluir (encerrar e implicar) a Dios en un
sistema panteísta como parece serlo el que nos ocupa.
Más allá del difrasismo
característico de la poesía náhuatl y que se ha considerado desde hace mucho la
supuesta expresión de Ometeotl en el lenguaje poético, si he podido probar lo
suficiente se advertirá que en realidad toda la poesía y cada uno de los
cantos son manifestación del Dios y el Dios mismo, el cual para la visión
panteísta no puede ser persona o no sólo persona sino
necesariamente todas las cosas, incluida la palabra.
En muchos puntos -como se ha
visto ya- el análisis textual facilita pruebas, además, para lo que había de
demostrarse:
Flor y canto
son encrucijadas semánticas, polisémicas y ambiguas designaciones para cada uno
de los rumbos del universo náhuatl: Tlalticpac, la tierra, las flores
naturales y su belleza “ante los ojos”; Tamoanchan, el paraíso, los
cielos, la divinidad de la palabra embellecida por la eflorescencia del Xochicuahuitl;
y Quenonamican, el lugar del “de qué modo”, del “algo”, con el espíritu
descarnado de los guerreros muertos. Todos al mismo tiempo y todos
irremediablemente separados por los “cantos desiguales”. La divinidad ha
determinado el metatexto de los cantos porque es ella misma Ambigüedad y Todas
las Cosas.
Dependiendo de lo
que en sucesivas lecturas se tome por flor y por canto se
descubren nuevos sentidos[3],
combinaciones infinitas que no son otra cosa sino el desdoblarse mismo del Dios
en el Cosmos, máscaras de su Dualidad y por tanto:
Zan te te yenelli Aya
aca zan
tlahuanco Aya
in ipal nemoani...
¿In cuix nelli cuix amo nelli?
Quen in
conitohua.
In ma oc on nentlamati
in
toyollo… Yeehuaya. Ohuaya Ohuaya.
Quexquich in
ye nelli
quilhuia in
amo nell’on
zan no
monenequi
in ipal
nemoani...
Ma oc on
nentlamati
In
toyollo... Yehuaya. Ohuaya
Ohuaya.
(RSNE 19v-20r)
(A la flor en la sementera de mi Dios, por ella misma.)
[1] Roman Jakobson en su Lingüística y poética (p.62 de la edición consultada) apunta: “La ambigüedad consiste en el carácter intrínseco e inalienable de cualquier mensaje que fija la atención en sí mismo, es decir, es una consecuencia natural de la poesía. (...) Tanto el propio mensaje como su hablante y oyente se hacen ambiguos (...) De un modo implícito, cualquier mensaje poético es un discurso de alusión con todo esos problemas intrínsecos y característicos que el <<discurso dentro del discurso>> ofrece al lingüista. La supremacía de la función poética sobre la referencial no destruye tal referencia sino que la hace ambigua.”
[2] Comparto con Leander la opinión de que el xochicuicatl es (op.cit. p.69) “poesía de la poesía”. No obstante, radicalizo la tesis y afirmo que todo cuicatl es autorreferente, “discurso dentro del discurso”.
[3] Hay, en palabras de Segala (op.cit. p. 276) “una literalidad visible y su código oculto” tanto la Flor y el Canto en como en cualquier lenguaje poético.