Con trepidantes flores sólo
Flor
y Canto como expresión de lo Divino.
“Sólo con trepidantes flores/
sale...”
Zan huixochitica/ quiza
(RSNE f.36 v)
La poesía como manifestación
humana ha ejercido siempre sobre los filósofos una irresistible fascinación,
tanta que cuanto más nos adentramos en los textos filosóficos encontramos
siempre un “arcabuco breñoso” de metáforas, de atanaclasis, de parequesis, de
quiasmos y, si me apuran, hasta de sínquisis por medio de los cuales los
autores intentan –jugando un poco con la palabra- apropiarse de ideas que sólo
por la violencia sobre el lenguaje aparecen ante los ojos del alma. De este
modo, las formas poéticas no han sido del todo ajenas al desarrollo del
pensamiento y, de hecho, el divorcio entre Poesía y Filosofía no data sino de
época muy reciente (comparada, claro, con nuestro casi tres veces milenario
quehacer).
En todo caso, no es esa la
única forma en que ambas vertientes del pensamiento y la sensibilidad se
hermanan porque en la medida en que la verdadera poesía nace de y regresa hacia
el hombre que la produce (pasando en ese viaje por las más altas esferas,
comunes también a la Filosofía, a saber: Dios, el Mundo y el Hombre mismo), los
filósofos la han hecho objeto de su reflexión y -con frecuencia- han bebido de
sus fuentes para alumbrar racionalmente lo que en el poema se encuentra sólo
sugerido. Poesía y Filosofía no corren simplemente a la par de las
circunstancias históricas en que se desarrollan sino que en cierta medida están
íntimamente ligadas, y puede la una ser, por tanto, base para la explicación de
la otra.
La correlación entre las formas
literarias del discurso y las estrictamente filosóficas abre sin duda nuevas
perspectivas para la comprensión de lo escrito por autores de uno y otro campos
y no faltan quienes hayan intentado ya lecturas “kafkianas” -pongamos un caso
obvio- del pensamiento posmoderno. Dentro de este horizonte hermenéutico
(peligroso sin duda porque se corre el riesgo de hacer un “filósofo” de casi
cualquier escritor) se ha pretendido incluso, con mayor o menor éxito, dar
lugar de “filosófico” al pensamiento de culturas tan ajenas a Occidente como
las de Mesopotamia y la India.
Más allá de la discusión sobre
el ser propio de la Filosofía y de si cualquier
pensamiento (aun el alejado de nuestros cánones) alcanza o no a ser inscrito
bajo dicha categoría, parece bien cierto que Poesía e Ideas tiene coyunturas
tan numerosas que podría percibirse fácilmente su interdependencia, sea que
ambas manifiesten una instancia superior (Cultura, Espíritu) o que –como se
vislumbraba arriba- mutuamente se alimenten.
Así pues, el estudio de la
Literatura de un pueblo (de la Poesía en particular, que es una manera egregia
de discurso, por sus temas y sus formas) es indispensable para la comprensión
cabal de las ideas que éste acaso crea acerca de aquello que el Occidente
filosofa. De igual modo, ahondar en los conceptos que las civilizaciones
desarrollan sobre el Cosmos -i.e., contextualizar la producción literaria-
puede conducirnos a descubrir en sus poemas sentidos que trascienden lo
aparente, diversifican la referencia del lenguaje poético y nos devuelven el
carácter metafórico de la palabra, punto donde pensar y poetizar convergen
sobre lo mismo.
Dentro de esta tónica, el
presente ensayo intentará evidenciar hasta dónde los cantares de los pueblos
nahuas constituyen una reflexión acerca de la naturaleza de Dios y cómo su idea
de éste (concretamente la de un Dios Dual) no sólo se manifiesta en ellos
explícitamente sino que además determina la expresión poética en los niveles
metatextual y temático.
En alguna medida, lo que se
intenta aquí es sentar las bases para una nueva y más amplia comprensión de la
literatura creada por los antiguos moradores de estas tierras a la luz de su
cosmovisión y, en concreto, de su concepto más alto de la Divinidad. Mi
lectura, no obstante, no pretende suplantar a las ya existentes y acreditadísimas
que otros más capaces han hecho desde mediados de este siglo sino que -de
resultar fundamentada- tendrá como resultado máximo poner a discusión si en los
cantares de los indios transluce el ser de su Ometeotl y si (dado que eso ocurriese) a partir de los cantos se
accede de alguna forma a una mejor comprensión de ese concepto.
El lenguaje poético como modo
de expresión de lo divino y lo divino (su idea) como condicionante del lenguaje
y temática de la poesía náhuatl son, pues, la cuestión – curiosamente un
quiasmo- que habrá de ocuparme en las breves líneas que siguen. No puedo, desde
luego, pretender ser exhaustivo pero intentaré bosquejar mínimamente las
directrices que fundamentan mi interpretación. Espero tener reposada ocasión de
madurar adecuadamente las ideas que aquí, por premura o incompetencia se
muestran casi a manera de hipótesis.